top of page
Buscar

No pedí ser líder, ni ser humana




Mi mente es de líder, lo sé. Pero yo no pedí serlo. No pedí la vida, ni la carga que conlleva. Si el esfuerzo y el trabajo son parte del trato, ¿por qué me toca a mí darle sentido a todo esto?


Entiendo que mi mente no se acopla al sistema, y tal vez por eso tiene ese rasgo que algunos llaman liderazgo. Pero no lo quiero. No quiero tener siempre la razón, pero tampoco quiero equivocarme. No quiero estar aquí. Ni en este lugar, ni en ningún otro. Me cansé.


Sí, sé que la felicidad existe. Sé que es bonita, que se siente bien. Pero me agota. Estoy cansada. No quiero estar tirada siempre, pero tampoco quiero hacer nada.

Las personas, por muy interesantes que sean, me aburren. Me estresan. Me recuerdan todo lo que fui, todo lo que podría ser, todo lo que me falta, lo que tengo, lo que me sobra. Son espejos distorsionados de mí misma. Todos perdiendo tiempo… y creyendo que yo no lo estoy perdiendo también.


Estoy harta de hablar con cualquiera solo para que me digan “tienes razón” o para que luchen contra ella hasta sentirse cómodos con su forma de ver las cosas.

¿Y si la equivocada soy yo?

¿Por no querer aceptar mi lugar?

¿Y cuál es ese lugar? ¿El que me dé la gana? Porque eso tampoco es lo que mi mente quiere.


Incluirme en esta sociedad sería traicionarme.

Y sí, ya sé: “tenemos esperanza”.

¡Pues encuéntrenla! ¡Mátense por ella!

Yo me voy al campo, a vivir con una vaca. Lejos. A desperdiciar mi vida como un animal más. Negándome al placer de explotar todas mis capacidades dentro de esta sociedad hipócrita que me agota.


¡Estoy hasta la mismísima pinga!


No quiero estar diciendo lo que está bien o mal, pero cada vez que abro la boca parece que hablara un juez de la corte suprema. Lo digo sin filtro, sin miedo, y eso molesta.

Lo peor es saber que me equivoco más que nadie. Que huyo como todos. Y aun así, la gente me escucha como si tuviera la respuesta. A veces ni siquiera sé de qué me están hablando. Me desconecto. Me hablan en otro idioma, literalmente, y aún así mi respuesta es la adecuada. Me entienden. Se sienten comprendidos. Porque ni siquiera es lo que digo, es mi cuerpo el que habla por mí.


Estoy harta de jugar a entender emociones ajenas cuando ni siquiera sé si estoy entendiendo las mías.

Y no, no sé aceptar críticas. Pero tampoco saben hacerlas. Las críticas que recibo no tienen sustancia. No tienen ni forma ni fondo.

Yo cuando critico, critico duro. Pero no lo hago desde la mierda. Lo hago desde el amor, desde la observación, desde el deseo de que algo cambie, si me lo piden. Si veo que hay base.


Pero los demás no.

Pierden el razonamiento apenas se agrupan. Se sienten fuertes cuando están en manadas. Esas agrupaciones les dan poder, seguridad… y ahí se pierden.


Lo que yo no entiendo es cómo no se dan cuenta de que están pidiendo a gritos que alguien los saque de esta condena. No les importa si es con luz o con un tiro en la frente.

Unos bajan la cabeza con miedo.

Otros gritan pidiendo ayuda como animales encerrados.

Todos disfrazando su desesperación con lo que esta sociedad les permite.


Y yo…

Yo solo estoy cansada de ver todo esto tan claro.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
No les debo nada.

Y no porque no hayan hecho cosas por mí. No porque no haya habido sacrificio. Sino porque lo que hicieron, lo hice yo también… y más....

 
 
 

Comentários


bottom of page